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Cada año se informa en todo el mundo de unos 10 millones de nuevos casos de demencia. La demencia no es una enfermedad concreta. Si bien normalmente se suele relacionar esta con la perdida de memoria, se trata no obstante de una afección que abarca un conjunto de síntomas que pueden ir desde la merma de las habilidades cognitivas o sociales, pasando por la dificultad para pensar o comunicarse, hasta llegar a la pérdida de recuerdos; y que pueden ser indicadores de diversas patologías.

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Ante un caso de demencia existen varios indicadores que pueden ponernos sobre la pista del desarrollo de la enfermedad, como pequeños cambios en la personalidad, o estados inusuales en el paciente de agitación o ansiedad. Un síntoma común temprano de la demencia es la alteración de los patrones del sueño, y así, existe bastante evidencia de que el tiempo dedicado a dormir en adultos que sobrepasan la franja de edad de los 65 años podría relacionarse con la aparición de la enfermedad, sin embargo hasta el momento no estaba demasiado claro si esta asociación también era cierta para los grupos de edad más jóvenes.

Para intentar arrojar luz sobre esta cuestión, Severine Sabia, experta en epidemiología del envejecimiento y enfermedades neurodegenerativas del Insermy la Universidad de París, analizó junto a su equipo los datos de casi 8000 pacientes de un estudio británico desarrollado durante 25 años conocido como Whitehall II, a la búsqueda de patrones que pudieran informar de la relación entre la calidad del sueño y el desarrollo de la demencia. Los resultados se publican esta semana en la revista Nature Communications en un estudio titulado Association of sleep duration in middle and old age with incidence of dementia.

El estudio muestra un mayor riesgo de sufrir demencia en aquellas personas que, en la franja de edad de entre los 50 y 60 años, dormían seis horas o menos por noche.

En este los participantes informaron sobre la duración del sueño y algunos incluso emplearon acelerómetros durante la noche para confirmar que las estimaciones de los investigadores eran precisas. El estudio muestra un mayor riesgo de sufrir demencia en aquellas personas que, en la franja de edad de entre los 50 y 60 años, dormían seis horas o menos por noche. También muestra un aumento del 30% en el riesgo de demencia en aquellos sujetos de entre 50 y 70 años con patrones de sueño consistentemente cortos. Todo ello de manera independiente a otros problemas cardiometabólicos o de salud mental, también factores de riesgo asociados con la demencia.

Según los autores, es muy pronto para establecer que los hallazgos puedan establecer una causa y efecto clara, no obstante sugieren que existe un vínculo entre la duración del sueño y el riesgo de demencia y que el sueño puede ser un factor importante para la salud mental en la mediana edad. Así, en investigaciones futuras pretenden establecer si la mejora de los hábitos de sueño podría ayudar activamente a prevenir la demencia.

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