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En países como Nigeria, con 200 millones de habitantes, sólo se registra oficialmente uno de cada diez fallecimientos. En otros países, la proporción es aún menor. Si no hay en juego herencias, pensiones o requerimientos legales, la mayoría de los africanos hace de los funerales un asunto estrictamente familiar y no informa al Estado.

Las estadísticas demográficas se elaboran a base de encuestas sin verificar y los estragos de la pandemia sólo pueden medirse de manera aproximada, preguntando a los vendedores de ataúdes o con las estadísticas de uso de las redes sociales.

Un post de Facebook con una foto y una frase del tipo “un héroe nos ha dejado”; “en la tierra hasta ayer, en el cielo desde mañana”; o “ya sólo queda su recuerdo” es una manera habitual de informar, en países como Nigeria, de que alguien en la familia ha fallecido.

Sin embargo, del fallecimiento solo se da cuenta a las autoridades en un 20% de los casos.

En teoría, han muerto menos enfermos de Covid-19 en los 54 países africanos que en Francia. Pero en cuanto se investiga un poco a nivel local, se encuentran hechos como este: en Jartum, la capital de Sudán, han muerto más de 16.000 personas en lugar de las 477 que constan en las cifras del Gobierno.

La pandemia es sólo una más de las posibles causas de muerte de la población africana, donde enfermedades casi erradicadas en el mundo rico, como la malaria, el SIDA o la tuberculosis (que mata cada día a 200 personas solo en Sudáfrica) son algo así como epidemias crónicas. Que el primer contagio de coronavirus se reportase en Egipto nada menos que mes y medio después de detectarse el primer brote en Europa no demuestra que el coronavirus tardase tanto en extenderse por África, sino que se tardó mucho en localizarlo.  

No se detectan todos los casos

Aunque hay factores como una población más joven o menos viajes internacionales y de vacaciones que pueden explicar esta gran diferencia con naciones de otros continentes, para la mayoría de los expertos se trata simplemente de que no se cuentan todos los casos, ni de infectados ni de víctimas mortales.

La teoría sobre una mayor resistencia inmunológica de la población africana puede tener algo de razón, pero se ha comprobado que, al comparar los datos de pacientes graves ingresados por coronavirus en hospitales, la tasa de mortandad es prácticamente la misma en Londres que en Ciudad del Cabo. Por el contrario, según los datos ofrecidos por los organismos oficiales, la tasa de mortandad entre la población africana es diez veces menor que en Europa.

Por otro lado, son precisamente los países con sistemas sanitarios mejor dotados los que ofrecen, comparativamente, números más altos de enfermos y fallecidos. Precisamente porque son los países más capaces de detectar y contabilizar dichos casos.  

En determinados entornos, donde la atención sanitaria no es de fácil acceso o puede resultar costosa, una parte de la población puede optar por afrontar las enfermedades leves en casa, al cuidado de la familia, a veces hasta que es demasiado tarde.

Además, cuando se dan casos como los de clínicas cerradas durante semanas tras detectarse alguna infección entre su personal, la desconfianza se convierte en un factor más que frena a la población que necesita atención médica.

La falta de equipamiento es un problema aún mayor: en Puerto Elizabeth, una ciudad sudafricana de un millón de habitantes famosa por ser un destino turístico, una empresa privada levantó un hospital provisional con 1.200 camas, de las cuales el 97% permanecen vacantes por no contar ni siquiera con botellas de oxígeno. Aun así, se planea ampliar en 700 más el número de camas, tal vez con la esperanza de que mejore la situación.  

“Los números oficiales de muertes son bajos, porque el número de enfermos registrado es bajo, que a su vez es bajo debido a los pocos análisis que se hacen. Es la punta del iceberg: ni siquiera se hospitaliza a una gran proporción de los enfermos”, se quejaba un doctor de Lagos en el periódico nigeriano The Nation.

Al igual que ocurrió en gran parte del mundo, en muchos países africanos se adoptaron medidas muy estrictas al comienzo de la pandemia, pero la llamada “fatiga de emergencias” y el impacto económico, han llevado a muchos gobiernos a relajar las restricciones y no plantearse más confinamientos.  

¿Vacuna?

No es ningún secreto que la vacuna, que se ha convertido en un atisbo de esperanza a largo plazo en los países más ricos, tardará en llegar más a los países pobres. Las donaciones de Europa (500 millones de euros) y organismos benéficos como la Fundación Bill y Melinda Gates (200 millones de dosis y 900 millones más en proyecto) son la tabla de salvación a la que deberán aferrarse la mayoría de los africanos, al menos hasta que el programa internacional COVAX funcione a pleno rendimiento. Lo cual no se prevé hasta finales de año. 

Peter Kojo Quashie, un médico de Ghana que dirigió un estudio para asesorar el alcance de la pandemia en verano de 2020, comprobó que casi 300 de las 1.300 personas analizadas en Accra, la capital, habían estado en contacto con el virus.

Y que era normal que la gente acudiese a la clínica sin mascarilla porque “si alguien la lleva en público le miran con sorna”. Para el doctor Quashie, que el gobierno diga que hay 50.000 infectados en todo el país, cuando sólo en Accra debe haber cerca de un millón, es un gran error.

El ejemplo de Ghana sirve para ilustrar, de nuevo, la ineficacia de las autoridades para cuantificar datos sobre la población: en este país todas las muertes deben ser certificadas en un documento manuscrito que es enviado a la capital y donde es, de nuevo, copiado a mano en un cuaderno normal y corriente. Todos esos cuadernos se apilan, a medida que son completados, en las estanterías de una habitación donde se almacenan en orden cronológico. 

Nueva cepa

En medio de este preocupante panorama, la noticia sobre una nueva variante del virus que se está empezando a extender por el sur de África no hace más que aumentar la alarma. El ministro de Sanidad británico ha dicho que se trata de una mutación mucho más peligrosa que la detectada en el Reino Unido, ya que, según el editor de la cadena ITV, las vacunas con que se cuenta actualmente podrían no ser efectivas contra esta variante del coronavirus.  

En Ciudad del Cabo, el gobierno municipal ha comprobado que la herramienta que le está dando resultados más rápidos y fiables para contabilizar las muertes por Covid es un grupo de WhatsApp

«Si hace tiempo que no ve a un familiar enfermo y no actualiza el Facebook, debe de haber muerto», sentenciaba medio en broma un médico nigeriano en un informativo de televisión.

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