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El pasado miércoles la alegría llegó por fin a los cines españoles. En un solo día, la nueva película de Santiago Segura logró recaudar nada menos que 460 mil euros, lo que la convirtió en la segunda película más vista en el mundo entero. Tras el superéxito el año pasado de Padre no hay más que uno, el director y actor se la jugaba estrenando la secuela en plena pandemia mientras las majors de Hollywood han retrasado varios meses sus blockbusters. La industria del cine contuvo la respiración para ver qué tal salía el experimento y el éxito ha sido apabullante, el filme superó en su primer día un 70% la taquilla de la cinta original. ¿Será Segura capaz de salvar él solo un verano que se preveía ruinoso?

Padre no hay más que uno 2: la llegada de la suegra es más de lo mismo para los fans de las andanzas de Javier (el propio Segura), padre machista y “cuñao” en la primer parte y ahora devoto lector de libros de “parenting” que lidera el chat del grupo de madres, su sufrida esposa (Toni Acosta) y sus cinco hijos (dos de ellos interpretados por las propias hijas del astro, Sirena y Calma). La gran novedad es que la familia aún crece un poco más con la llegada de un nuevo retoño y para colmo aparece la suegra (Loles Léon), una mujer odiosa y fabulosa al mismo tiempo que le hará la vida imposible al desnortado padre.

Figura popular donde las haya, Segura parece tener la llave del éxito y después de cinco Torrentes que han arrasado en taquilla (salvo el último, que fue más flojo) el cambio de registro hacia la comedia familiar para todos los públicos está demostrando ser todo un éxito. Gracias a una colección de gags desternillantes y el buen diseño de los personajes secundarios (empezando por esa niña que quiere ser folclórica o ese niño que no da una a derechas), el filme conquista al público gracias con las armas del buen cine popular.

En una larga entrevista, Segura nos explica por qué el neorrealismo italiano es la influencia detrás no de esta saga, también del policía corrupto, su incomprensión ante la condescendencia de algunas críticas o por qué cree que el éxito de su película es una buena noticia para todo el mundo. Y no, no piensa rodar un “drama psicológico” porque sencillamente opina que no se le daría bien. Y Bergman, tampoco le gusta.

Pregunta. ¿Va a salvar usted solo al cine español?

Respuesta. Ha sido una burrada, ayer Padre no hay más que uno 2 fue la segunda película más vista del mundo. Hicimos más recaudación que en Francia, eso me ha hecho mucha ilusión. Tenemos que revitalizar los cines y yo no le diría a la gente que fuera a ninguna parte si pensara que es peligroso. Las medidas de precaución son las correctas. Creo que es una buena noticia para todo el mundo porque en estos tiempos es bueno saber que hay algo que va bien. Después hay una cadena de valor, el taxi que coges al cine, el gasto en el bar de enfrente a la salida… 

P. ¿Le molesta que algunas críticas digan que Padre no hay más que uno 2 es divertida pero “intrascendente”?

R. No puedes juzgar el cine familiar, un western o un musical como si fuera Tarkovski porque no tiene sentido. Lo mismo al revés, es como los que dicen que Pasolini es un coñazo. La intención era hacer una película divertida y los que me acusan de contar chorradas no se enteran de que la vida es una banalidad detrás de la otra hasta que nos morimos. Creo que hemos cumplido. Hay una buena factura, no insulta la inteligencia del espectador y la gente se lo pasa bien viéndola. Y de vez en cuando puedes meter cosas como ese momento de la primera parte en la que el niño dice que pega a un compañero de clase porque le gusta, se hace un silencio, y el padre le dice eso de que “no está bien pegar a alguien que te gusta”. Mira qué bonito escribir un guión en el que de vez en cuando salen estos detalles que también hacen pensar un poquito.

P. ¿Quería hacer una película que hubiera disfrutado de niño?

R. Cuando veo La gran familia (1962, Fernando Palacios) me retrotrae a mi infancia. Esos pantalones que llevaban, cómo ves el mundo adulto de niño… hay un costumbrismo entrañable. Quería hacer una película que me recuerde a mi infancia. Del mismo modo que no le hablas igual a un científico de Harvard que a un reponedor de Fuenlabrada, cada película tiene que tener su propio registro. No podemos pretender que el cine se constriña a un tipo de película. Lo más difícil en una comedia familiar es que se diviertan los niños y los padres. Cuando dicen eso de “bah, es entretenida”. ¿Te parece poco? Es muy difícil captar la atención durante hora y media y encima hacerles sonreír.

P. ¿Le preocupaba que las películas fueran demasiado burguesas?

R. Una película que me fascina de siempre es Los olvidados (Luis Buñuel, 1950), donde retrata unas infancias durísimas. Mis raíces están en el cine italiano, hay mucho de cine social en Torrente, pero también me gustan mucho esas comedias populares que hacían donde se identificaba todo el mundo. Amo a directores como Vittorio De Sica, Mario Monniccelli… Hay todo tipo de niños y de infancias y es muy difícil transmitir mensajes positivos. Yo por ejemplo he tratado de educar a mis hijas sin imponerles roles, nada de muñecas para las niñas y pistolas de juguete para los niños. Pero luego no es tan fácil si tu hijo te pide ir vestido de Blancanieves en Carnaval porque hay una sociedad que puede ser muy dura. Ser padre no es fácil, es una labor complicada y por eso el padre que interpreto tantas veces parece un cabrón defectuoso.

P. ¿La diferencia entre unos padres buenos y otros malos no es que los primeros sean perfectos sino que sencillamente los primeros quieren a sus hijos?

R. La moraleja final es que la familia sale adelante por amor, por empatía. Gracias a que se quieren, esos baches se van pasando, las lagunas se van cubriendo. Todos tenemos carencias, los más haters también necesitan cariño, que les hagan casito y que le mimen… Todos buscamos la aprobación de los demás aunque siento que cada vez es más complicado encontrar ese cariño.

P. ¿Los padres de ayer estaban abonados al ordeno y mando y los de hoy están demasiado preocupados por no traumatizar a sus hijos?

R. Nos hemos ido de un extremo a otro. Los padres antiguos no demostraban afecto. Ahora, estamos en el mundo de que los niños tienen todos los derechos y tenemos que respetar su libertad, su creatividad, su mundo de fantasía y gestionar sus frustraciones. Después, el mundo será mucho más duro con ellos. En la película vemos que el padre lee libros de “psicología inversa” para aprender a educar a sus hijos y ya ves de qué le sirve con su hija pequeña… Yo viví las dos situaciones de niño. Mi padre era “esto lo haces porque lo digo yo y por que sí”. El hombre decía que si hubiera criado dos cerdos le habrían salido más rentables, esas bromas que no te hacen tanta gracia de pequeño. Mi madre, en cambio, que es la mujer más adorable que he conocido, estaba siempre muy preocupada por no estar haciéndolo bien. Siempre nos decía “nadie me ha enseñado a educaros”. La pobre mujer estaba acomplejada. Era como vivir con el ying y el yang.

P. Su personaje era mucho más cazurro en la primera parte que en esta segunda, donde lo vemos muy entregado a la causa de sus hijos. ¿Cómo describiría su evolución?

R. En la primera parte es ajeno a todo, es un ‘marido cuñao’ que se escaquea para que su mujer cargue con toda la responsabilidad de cuidar a los niños. No tiene ninguna empatía con ella y no entiende el trabajo que lleva. Ahora está en el extremo contrario pero sigue teniendo tics de ‘cuñao’ como ese momento que le dice que “deberíamos darle el pecho dos años” y ella contesta: “¿Deberíamos?”.

P. A pesar de la blancura de las películas sigue metiendo detalles de incorrección política. ¿Es posible la comedia sin cierta subversión?

R. Hay cosas que tengo clarísimas como que no me gusta la tiranía de lo políticamente correcto. Estamos en ese mundo del pensamiento único en el que nadie se puede salir del tiesto. Los límites del humor existen pero no pueden ser tan estrictos, en seguida parece que eres pecaminoso. Me encanta discutir sobre la comedia, eso de si solo es lícito reírse de los de arriba y no los de abajo, pero no me gusta la censura. Creo que en los años 80 todo era mucho más bestia pero también mucho más sano porque se hablaba de ello. Recuerdo con mucho cariño ese Madrid de Tierno Galván que era una fiesta.

P. Su personaje, Javier, mete mucho la pata y más bien le cae mal a todo el mundo. ¿Se parece en eso a Torrente?

R. Es un tarado que no encaja bien en la sociedad. Lo bonito de las familias es que tu padre es tu padre y le quieres aunque sea un desastre. Yo tengo amigos que los mataría desde hace años pero los sigo queriendo porque son mis amigos. Es un patoso patológico pero es que a mí en James Bond el que siempre me gusta más es el villano. Es mucho mejor Lex Luthor que Superman. Es cierto que hay algo en común con Torrente aunque nunca lo había pensado pero hay una cosa fundamental en la que son muy distintos. Con Javier te puedes identificar y con Torrente no. Torrente es un chiste, una broma o una parodia. Es un idiota absoluto que te produce una mezcla entre asco y pena porque además él se cree que es muy atractivo y un gran detective. Javier es un buen tipo. Tiene muchos defectos pero tiene buen fondo y eso se ve.

P. Por curiosidad personal, ¿le gusta Bergman?

R. No. Bergman no me gusta especialmente. Me gustan mucho más Truffaut u Ozu que me gusta mucho. Con Ozu es como que no pasa nada, ves crecer la hierba pero te engancha aunque sea muy parsimonioso. Mis directores favoritos son Billy Wilder, Stanley Donen o Robert Aldrich, que lo hacía todo bien. De los eruditos e intelectuales me gusta mucho Fellini. Woody Allen me gustaba hasta que comenzó a mirarse en el espejo de Bergman.

P. ¿Algún día rodará un drama profundo y devastador?

R. Pues no porque hay gente que lo hace mucho mejor que yo. El drama psicológico no me interesa, no lo domino, en general no me gustan mucho las películas de festival. Como decían las abuelas, en la variedad está el gusto. Entiendo que haya gente que le gusta la alta cocina pero yo hago macarrones con chorizo.

P. ¿Sigue existiendo un prejuicio contra las comedias?

R. Por supuesto, se oye mucho eso de que aquí solo se hacen “comedietas de mierda”. Mucha gente necesita reírse porque su vida no es un camino de rosas pero las comedias son la antítesis del prestigio. El mundo es tan injusto, tan cabrón, que yo creo que las comedias son necesarias. Hace poco vi Il bidone (Fellini, 1955), sobre unos estafadores que roban a gente pobre engañándoles prometiéndoles vivienda social. Al final el cine tiene que ser tan diverso como la propia vida y cada uno tiene que hacer en el que cree.

@juansarda



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