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La gripe es una infección causada por el virus influenza. Se trata de una enfermedad estacional, contagiosa y fácilmente transmisible por vía aérea, por gotas o por contacto directo con una persona ya infectada.

En cuestión de más o menos tres días después de la infección, comienzan a aparecer los primeros síntomas. Fiebre alta, dolor de cabeza, dolor muscular y articular y un cansancio extremo, acompañados en algunas ocasiones de tos seca, dolor de garganta y mucha mucosidad.

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Y son precisamente estos síntomas los que pueden complicar mucho la atención sanitaria durante los próximos meses, ya que estas manifestaciones de la enfermedad pueden confundirse muy fácilmente con las provocadas por la infección de la Covid-19.

El panorama que vislumbran los profesionales médicos para los meses de invierno se complica aún más si se suman el alto número de infectados por el SARS-COV2 y los pacientes afectados por la gripe estacional.

Y es que, según los datos aportados por el Centro Nacional de Epidemiología, durante la temporada 2019-2020 la gripe, a pesar de haber tenido un impacto moderado respecto a las dos temporadas anteriores, habría ocasionado 27.700 hospitalizaciones, 1.800 ingresos en UCI, y 3.900 fallecimientos atribuibles a este virus.

Con estos datos en la mano, conocer cómo podría ser el comportamiento del virus de la gripe durante la temporada 2020-2021, marcada por la pandemia de coronavirus, se convierte en un asunto vital para preparar recursos sanitarios.

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Una pista importante para intuir lo que nos espera

Algunas pistas y pautas de actuación para lo que nos pude venir en cuestión de semanas se pueden obtener del artículo publicado en Morbidity Mortality Weekly Report, que desarrolla la epidemiología de la gripe en algunos países del hemisferio sur en su temporada 2020.

Tras la amplia diseminación comunitaria del SARS-CoV-2 a mediados de febrero de este año, los indicadores de actividad gripal comenzaron a descender en el hemisferio norte. Estos cambios se atribuyeron a un menor número de consultas realizadas en los dispositivos sanitarios y/o a cambios reales en la circulación del virus gripal debido al uso masivo de las medidas de mitigación frente al SARS-CoV-2, como la higiene de manos, el uso de mascarillas y el respeto de la distancia de seguridad.

Los datos reportados a la OMS respecto a tres países del hemisferio sur – Australia, Chile y Sudáfrica- por parte de la plataforma FluNet, dedicada al intercambio de información sobre la vigilancia mundial de la gripe, mostraron una actividad gripal bajísima en el periodo junio a agosto 2020, meses que constituyen la temporada gripal típica en este hemisferio.

De este análisis podría desprenderse la posibilidad que en la temporada de gripe 2020/2021, los países situados en el hemisferio norte sufran una baja circulación del virus gripal. Siempre y cuando se mantengan, con carácter estricto, las medidas comunitarias de mitigación, es decir, mascarillas, cierre de escuelas y teletrabajo.

Estas medidas, más la vacunación antigripal, es muy probable que sean efectivas en reducir la incidencia y el impacto de la gripe.

El artículo de Morbidity Mortality Weekly Report aporta algunos datos interesantes sobre estos tres países del sur.
– De las 60.031 muestras de pacientes con síntomas gripales analizadas en Australia, solo detectaron 33 test positivos a gripe.
– En el caso de Chile, fueron analizadas 21.178 muestras de las que sólo 12 fueron positivas a este virus.
– En Sudáfrica, tan sólo 6 casos confirmados de 2.098 muestras analizadas.

Esto supone un total de 51 pruebas positivas de gripe de 83.307 pruebas realizadas en estos países entre los meses de invierno en este hemisferio, entre abril y julio de 2020, un 0.06%.

Por el contrario, si nos fijamos en el mismo periodo durante los años 2017-2019, las muestras positivas fueron 24.512 de 178.690 testadas, un 13.7%.

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¿Con qué medidas se han logrado estos resultados?

Para hacerse una idea de la situación es importante fijarse en qué medidas contra el coronavirus se habían tomado en estos países.

En Australia se introdujo una cuarentena de catorce días para todos los que llegaron al país, desde el 29 de marzo. Además, a principios de abril hubo confinamientos locales y, desde mediados de ese mismo mes, se prohibieron las reuniones.

En el caso de Chile se declaró el estado de emergencia el 18 de marzo y permanece hasta ahora con recomendaciones de permanecer en casa y de distanciamiento social con uso de mascarillas.

En Sudáfrica se impuso un confinamiento total el 9 de abril con cierto relajamiento de las medidas para principios de mayo.

Estas medidas implantadas en los tres países a escala individual y comunitaria parecen haber reducido sustancialmente la transmisión de la gripe.

Una vez analizados los datos, el artículo plantea una serie de cuestiones para tratar de arrojar algo de luz sobre cómo podría comportarse el virus de la gripe durante la pandemia de coronavirus.

En los Estados Unidos, la circulación del virus gripal cayó abruptamente a las dos semanas de la declaración de la emergencia y del uso masivo de las medidas comunitarias de mitigación.

El descenso observado en el país también se observó en otros del mismo hemisferio y en los trópicos. Y aunque de un estudio ecológico no puede establecerse causalidad, las consistentes tendencias en tiempo y lugar son convincentes y biológicamente plausibles.

Como el SARS-CoV-2, los virus gripales se diseminan primariamente por gotas y es probable que la menor transmisibilidad de la gripe estacional comparada con la capacidad de transmisión del SARS-CoV-2, contribuyera a una interrupción sustancial de la transmisión vírica.

Estos hallazgos sugieren que algunas medidas comunitarias pueden ser elementos útiles que se sumen a la vacunación antigripal durante la temporada, particularmente para las poblaciones con alto riesgo de desarrollar enfermedad o complicaciones.

Aunque el descenso en la actividad gripal se atribuyó inicialmente a una menor realización de pruebas diagnósticas, los esfuerzos de los sanitarios resultaron en un adecuado número de muestras testadas que confirmaron la escasa circulación del virus.

Un fenómeno similar se registró en Australia donde fue masivo el uso de tests de gripe con muy pocos positivos. No resulta fácil separar el efecto que las medidas comunitarias puedan haber tenido en la transmisión de la gripe.

Tras exponer las limitaciones del estudio (análisis ecológico vs causalidad, reducción radical de viajes, aumento del uso de vacuna e interferencia vírica por competencia entre virus respiratorios), a las que añade el que la gripe estuviera de manera natural en su fase final cuando la llegada del SARS-CoV-2, concluyen que el descenso global de la circulación del virus de la gripe parece real y concurrente con la pandemia COVID-19 y las medidas asociadas de mitigación.

A pesar de todo, la circulación del virus de la gripe se continúa monitorizando para determinar si los bajos niveles de actividad persistirán una vez se relajen las medidas de mitigación.

Por ejemplo, si estas pautas continúan en otoño en los Estados Unidos, la actividad gripal será baja y la temporada puede retrasarse o suavizase.

Y, además, en el futuro podrían implantarse alguna de estas medidas durante las epidemias gripales para reducir la transmisión, especialmente en poblaciones con el mayor riesgo de desarrollar enfermedad grave o sus complicaciones.

No obstante, a la luz de la novedad pandémica y de la incertidumbre acerca de la continuidad de las medidas, es importante planificar con la idea de que va a haber circulación del virus en otoño e invierno.

La vacunación de los mayores de seis meses sigue siendo el mejor método de prevención y es especialmente importante en esta temporada donde pueden co-circular SARS-CoV-2 y gripe.

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