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de la narrativa de las mariposas
aprendí los entresijos de la belleza
de la fragilidad en el salto de los gorriones
el mecanismo para la felicidad
en el suelo dócil de los peces estaba
la memoria de todo un país
supe de la libertad por las alas
de todas aquellas, sámaras y pétalos secos
briznas y pelusas diente león, que supieron volar
por encima de las alambradas
en el silencio, la indiferencia y las arcadas de la tolerancia
se encuentran, dicen, en el alma de la lombricultura y en la necesidad de las moscas
el
compromiso lo vi en las telas de araña
la
injusticia, en la extrema laboriosidad de las hormigas
la clave estaba en las escalopendras, ciempiés
en los centollos y bueyes de mar
en las serpientes y los alacranes
en las ratas del laboratorio y en el gato que maúlla por casa, también
en el toro de piedra que decora las rotondas cuando entras a las ciudades de siempre
porque me pregunté por el amor, por dónde andaba el amor
el asco, el miedo y la tristeza permanecía en los urinarios y en las leyes del agua, en las epístolas del viento
y con más evidencia en el postrero epitafio de la madre tierra
mercaderías, en cualquier caso, ordenanzas y panes de sal, altares
cauces y jirones de piel
reservas para la sed
tormentas de arena
y puñales y clavos clavados en mitad de las ambulancias, en sus campanas de hueso
lecciones de escarabajo después de todo
acarreando la mierda de unos y otros
de acá para allá y de allá para acá
sintiéndote único, imprescindible
en la inmensidad de un estercolero
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