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Decía que para él su día ideal era aquel en el que podía dedicar por lo menos doce horas a la lectura, que alternaba con breves paseos. Crítico literario y humanista, ensayista e historiador de la Academia Francesa, además de una de las mayores figuras de la cultura europea actual, Marc Fumaroli ha fallecido hoy en París a los 88 años. Calificado como «el más fiero polemista cultural y erudito», era uno de los mayores especialistas en la historia intelectual de la Edad Moderna, además de miembro del Instituto de Francia y catedrático de la Sorbona y del Collége de France, Caballero de la Legión de Honor, presidente de la Asociación de Amigos del Museo del Louvre y especialista en autores como La Fontaine, Chateaubriand o Montaigne. «Si no me gusta lo que veo grito, protesto y busco modelos que sean más válidos que los actualescomentó a El Cultural en una ocasión-. Hay que remover y agitar conciencias».

Nacido en Marsella el 10 de junio de 1932, Fumaroli creció en Fez (Marruecos), donde su padre trabajaba como funcionario y su madre como maestra. Fue ella, quien le enseñó a leer y a escribir, de quien heredó su amor por las letras y la literatura. Completó sus estudios secundarios en su ciudad natal, a donde regresó en la década de los 40. Después, estudió Letras en Aix-en-Provence, aunque se doctoró en La Sorbona parisina, donde permaneció como profesor durante casi diez años. Además de trabajar en diversas instituciones, escribió en varios periódicos como Le Figaro y Le Monde. Desde 1986, Fumarolli permaneció, durante casi veinte años, como profesor del Collège de France, institución que ha lamentado la pérdida de este «erudito excepcional que ha marcado generaciones de investigadores e hizo que la literatura y las artes del Gran Siglo sean apreciadas». A partir de 1995 fue también miembro de la Academia Francesa.

Gran defensor de la cultura europea, «confío -decía- en que los que tienen el poder sean conscientes de lo desalentador que es el papel de la cultura hoy en día, y sepan enmendar el asunto y dirigirlo por otros derroteros. Los europeos han tenido su República de las Letras y ese ha sido uno de los factores más decisivos de la civilización, de la pacificación política y moral de la Europa moderna», sostenía en su ensayo homónimo, uno de sus más notables trabajos. «Ahí hay un modelo que podríamos emular de nuevo. Sería una entidad espiritual que no tendría por qué ser religiosa, y que debería unir a Europa por encima de lazos económicos y de poder. Sería un movimiento elitista pero con una dimensión de contagio y de transmisión de conocimiento, que desearía extenderse cuanto más mejor».

Especialista en retórica clásica francesa, a lo largo de su vida fue autor de numerosísimos libros y ensayos sobre la historia y la cultura francesa. Varias de sus obras han sido traducidas al español, entre ellas, El Estado cultural, París–Nueva York–ParísLas abejas y las arañas, dedicada al análisis de la querella cultural entre antiguos y modernos, la citada La República de las Letras, donde reunía varios estudios cuyo denominador común era la cultura internacional y transfronteriza que se constituyó durante el Renacimiento, o Cuando Europa hablaba francés, un «magistral estudio» donde ofrecía, en palabras de Carolina Weber, «una serie de ensayos biográficos sobre un fascinante elenco. La Ilustración de Fumaroli es un drama humano salvaje y confuso, cuyos actores son tan polifacéticos (e imperfectos) como los que hoy ocupan los titulares«, señalaba la crítica.

En una de sus últimas visitas a España, Fumaroli recordaba: «Yo ya soy muy mayor pero tengo confianza en los jóvenes. En su acepción latina la cultura estaba asociada al alma. En la actualidad a las masas. Yo defiendo que la cultura esté al alcance de todo el mundo pero que no por eso acabe banalizada«. Hoy las letras francesas, europeas y mundiales lloran su pérdida.

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