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Desde hace décadas, la Escuela ha sido un campo de batalla entre la izquierda y la derecha política. Desde la LOGSE, de 1990, hasta la LOMLOE, de 2020, las diferentes leyes educativas se han planteado bajo esta perspectiva. Y uno de los temas de mayor disputa ha sido si la Religión debe formar parte del currículo académico o no; o lo que es lo mismo, si en la Escuela se deben impartir materias adoctrinadoras (sean las que sean) o si, por el contrario, la Escuela tiene que ser laica. Y, sinceramente, gran parte del profesorado no entiende por qué la derecha española (al contrario que la francesa, por ejemplo) no es capaz de asumir en su proyecto político que la libertad de conciencia requiere que no se adoctrine en los colegios y que, por tanto, no se imparta Religión (ninguna religión) en la Escuela.

Ser laicista con respecto a la religión es equivalente a ser demócrata con respecto a los partidos políticos. En democracia cada cual puede defender al partido que quiera. La democracia es el marco jurídico que asegura que todas y todos serán tratados por igual independientemente de lo que voten. El laicismo implica la neutralidad de las instituciones, neutralidad que asegura un trato igual independientemente de si se cree o no en Dios y, si es el caso, del Dios en el que se crea. Ni la democracia pretende aniquilar los partidos políticos, ni el laicismo pretende atentar contra las creencias religiosas de cada cual. ¡Faltaría más! Democracia y libertad política son indisociables, tal y como lo son laicismo y libertad de conciencia.

Si se entiende qué significa el Laicismo, y si tenemos claro que la Escuela tiene que educar para que el alumnado pueda, en un futuro, ofrecer lo mejor de sí mismo, en el campo de la ciencia y del conocimiento general, y en el ámbito de la convivencia ciudadana; si se defiende que el objetivo prioritario es que el alumnado aprenda a razonar, que piense por sí mismo, ¿qué pinta una asignatura como Religión (la que sea) en la Escuela? Resulta inexplicable que nuestra derecha política reniegue del laicismo. Las creencias religiosas, igual que las ideologías políticas, deben reservarse para el ámbito privado y personal. Y la Escuela debe centrarse en transmitir conocimientos y en desarrollar la capacidad de razonar.

Pero todavía más inexplicable resulta que nuestra izquierda política, cuando gobierna, no haga lo necesario por conducir a la Escuela hacia la neutralidad ideológica y religiosa que permita a nuestros alumnos pensar en libertad. A la Ministra Celaá y a su Ministerio le pedimos que rectifique, que tengan el valor de llevar a la práctica política su convicción laicista. ¡Saque la Religión de la Escuela y haga de la Escuela un terreno fructífero para el desarrollo de la razón! No dudamos de su apuesta personal por la democracia y por la libertad de conciencia. Pero para gobernar no basta con tener convicciones políticas. También hay que tener el valor para llevarlas a cabo.

Raquel Ortiz y Eugenio Piñero, Coordinadores Valencia Laica

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