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El Festival Internacional de Cine de Menorca será este jueves el privilegiado escenario del estreno mundial de Ulisses, el nuevo documental del realizador Joan Bover, quien logró una nominación a los Goya junto a Marcos Cabotá en 2019 por Kyoko. Su nueva cinta, grabada a medio camino entre Catalunya y San Diego, cuenta la historia del reencuentro del excuidador del zoo de Barcelona, Albert López, con la orca Ulisses a la que cuidó durante 11 años y que era uno de los animales más queridos del centro hasta que fue trasladado al zoológico californiano en 1994 ante una gran expectación.

¿Qué cuenta el documental Ulisses?

—Es un viaje en paralelo entre el presente y el pasado. Aunque nos focalizamos en Albert, el documental va sobre la orca y la odisea de su viaje al pasar once años en el zoo de Barcelona, entre el 83 y el 94, para luego llevarla al zoo de San Diego donde lleva desde entonces. Y también cuenta el reencuentro de los dos.

¿Cómo surge el proyecto?

—Cuando era pequeño fui muchas veces al zoo de Barcelona a ver a la orca, era la otra gran estrella después de Copito de Nieve, y tenía su imagen en mi cabeza desde la infancia; pero me olvidé de ella hasta que el año pasado vi que se cumplían 25 años de su traslado al zoológico de San Diego. Entonces recordé que en un reportaje sobre ballenas había hablado con el cuidador, Albert López. Así que le llamé para ver cómo estaba y le propuse ir a Estados Unidos porque hacía 25 años que no veía a Ulisses.

Debió ser muy emotivo.

—Albert dice que fue durante once años su amigo y también su cuidador de modo que sí, fue emotivo, pero no tanto el hecho de haberla encontrado sino porque sentía mucha tristeza. Tiene un punto de recuerdo y de paso del tiempo.

¿Cómo han cambiado las vidas de ambos en este tiempo?

—Albert tiene 60 años y ha hecho muchas cosas: Ha viajado, ha tenido hijos, y durante un tiempo después del traslado siguió trabajando, pero al poco dejó la cautividad. Le gustaban los animales y el mar pero no tanto la idea del zoo, y ahora lucha para que se cierren y para que la gente vea animales en libertad. Hace conferencias y decidió hacer este documental para visibilizar lo absurdo de estas odiseas. En cambio Ulisses, la orca, lleva 40 años dando vueltas en una piscina. Que la de San Diego es más grande que la del zoo de Barcelona, sí, pero no deja de ser una piscina igualmente.

¿Tiene esta película un trasfondo de denuncia?

—No es un documental animalista, sino un documental muy reflexivo que deja que el espectador pueda pensar e intenta poner en la pantalla lo absurdo de tener a un animal de estas características encerrado y toda la odisea que le ha tocado vivir a Ulisses. Nació en el 78, capturada en el 80, once años en Barcelona y de ahí la cogieron con una grúa y fletaron un avión especial para llevarla a San Diego. Es la orca en cautividad más grande del mundo, que se sepa, y no quedan muchas así en libertad. Tiene 42 o 43 años, y sigue haciendo espectáculos.

Teniendo en cuenta la situación actual, ¿es un triunfo que pueda estrenarse en un festival?

—Cuando lo inscribimos, en pleno confinamiento, pensé que no se celebraría, pero los organizadores tenían claro que lo querían hacer y con su tenacidad y esfuerzo lo han conseguido. Además, me hacía mucha ilusión hacerlo en Menorca porque presentamos allí Kyoko, y también rodamos en Menorca algunas cosas de Ulisses. La proyección y el sitio son especiales.

¿Lo que tenía en mente antes de rodar y el resultado final se corresponden?

—No sabía qué pasaría y teníamos varias hipótesis, sobre todo con el reencuentro. Si le reconocería o no, cómo reaccionaría el propio Albert porque él no sabía cómo lo viviría al removerle la nostalgia. Solo puedo decir que la reacción de los dos fue sorprendente y superó mis expectativas.

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