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En una época pasada, las praderas norteamericanas lucían un elenco de especies que poco tienen que ver con la actualidad. Allí pastaba la megafauna, grandes especies mamíferas con un peso superior a los 44 kilos que vieron como en el Cuaternario tardío las condiciones de vida se fueron complicando progresivamente.

Su supervivencia se vio comprometida por una serie de factores que terminaron decantando la balanza hacia la extinción y los gliptodones (criaturas de gran tamaño semejantes a los armadillos), los perezosos terrestres y los mamuts no soportaron la presión de las condiciones de un mundo cada vez más cambiante.

Ahora, un estudio publicado recientemente en la revista científica Nature Communications trata de descifrar las causas de la extinción de estos grandes mamíferos. En él, los investigadores de Instituto Max Planck para el estudio de Eventos Extremos han llegado a la conclusión de que, a pesar de que la actividad humana pudo tener un peso importante en la extinción de esta megafauna, no fue el factor decisivo.

Esta incógnita ha sido fruto de varias investigaciones durante décadas, pues desde los años 60 el enfoque de las teorías se había centrado en el incremento de la actividad humana como principal causa del declive de especies como los mamuts. Con la llegada de los humanos hace 14.000 años al continente, las especies animales tuvieron que convivir con un nuevo depredador que manejaba el uso de herramientas y se organizaba en sociedad para la caza.

La actividad humana pudo tener un peso importante en la extinción de esta megafauna, pero no fue el factor decisivo

Según esta hipótesis, los humanos pudieron haber llevado a cabo grandes matanzas de animales que pudieron mermar sus poblaciones. Sin embargo, la falta de evidencias arqueológicas que demostrasen ese frenesí asesino propició otros enfoques: la extinción de una especie es un proceso progresivo condicionado por otros factores como el clima, el cambio en los hábitats o la falta de alimento suficiente para especies de gran tamaño.

El fin de una era

Durante esta era de extinciones masivas, tradicionalmente se han manejado métodos de datación por radiocarbono, de modo que cuantas más evidencias se encontrasen significaría que la población en aquella zona era mayor, pero no es una ciencia exacta y hay lugar para las contradicciones. Sin embargo, en esta investigación se ha puesto en práctica un nuevo modelo enunciado por Christopher Carleton, coautor de este estudio, que se publicó el año pasado en la revista Journal of Quaternary Science. Este nuevo método se centra en un análisis más estadístico y apunta a que los cambios climáticos afectaron en gran medida a las poblaciones de la megafauna norteamericana.

«Las poblaciones de esta megafauna muestran signos de incremento en un periodo en el que el clima en Norte América se volvió más templado hace unos 14.700 años. Después, podemos observar un cambio en esta tendencia hace 12.900 años, un periodo en el que el continente se enfrió drásticamente, y poco después comenzamos a ver como ocurren las extinciones de la megafauna», explica Mathew Stewart, uno de los autores de estudio, en unas declaraciones a Eurekalert.

El clima en Norte América se volvió más templado hace unos 14.700 años. Después, se observa un cambio en esta tendencia hace 12.900 años donde el continente se enfrió drásticamente

Los cambios ecológicos derivados de un periodo de enfriamiento tan súbito son fundamentales para explicar estas extinciones. Sin embargo, la actividad humana también influyó: «debemos considerar los impactos ecológicos derivados de esos cambios climáticos si queremos entender los motivos que llevaron a esas extinciones. Aun así, los humanos no están fuera de esa ecuación, pues es posible que jugasen un papel secundario en el proceso, aunque no tan importante como sugieren los modelos de los grandes asesinatos», añade Huw Groucutt, otro de los autores de la investigación en unas declaraciones para el mismo medio.

De este modo, se deben tener en cuenta ambas teorías que han predominado durante décadas: es posible que los humanos influyesen en la extinción de la megafauna, pero pudieron hacerlo de un modo mucho más indirecto que simples asesinatos en masa, a través de la caza para la alimentación o la modificación de los hábitats.

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