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Si Clotilde Cerdá hubiese querido, habría acaparado todos los titulares de prensa española e internacional gracias a su don musical. Con tan solo 12 años debutó como concertista de arpa bajo la batuta de Johann Strauss II en la Exposición Universal de Viena. Allí presenciaron su espectáculo nada más y nada menos que el poeta Víctor Hugo y la reina de España Isabel II. Todo estaba encaminado para que se convirtiera en una gran estrella, hasta que sus convicciones la llevaron a luchar contra el esclavismo y el machismo.

Aquella insurrección política la condenó al ostracismo. Clotilde Cerdá había nacido el 28 de febrero de 1861 en Barcelona. Era hija de la pintora Clotilde Bosch y del ingeniero Ildefonso Cerdá, responsable del ensanche de Barcelona. En un principio siguió los pasos de su madre y probó con la pintura, pero sería otro arte el que otorgaría a la joven fama internacional. Pronto comenzaría a ser conocida bajo el seudónimo de Esmeralda Cervantes. El nombre se lo había puesto Víctor Hugo, por Nuestra señora de París, mientras que el apellido Cervantes fue ocurrencia de Isabel II.

Luis II de Baviera, el rey atormentado, fue otro de los monarcas europeos que disfrutaron con la música de Clotilde. «Encarna a la perfección la idea de niña prodigio del arpa, sin embargo, el verdadero interés de su figura no radica sólo en esta excelencia artística», se explica en el portal ADHUC–Centre de Recerca Teoria, Gènere, Sexualitat, cuyo fin es el de promover la investigación sobre la teorización, las prácticas y las representaciones culturales del género y la diferencia sexual en el ámbito de la literatura, el cine, las artes, el pensamiento filosófico, la historia y la salud, de la Antigüedad hasta el siglo XXI.

Clotilde Cerdà, a los seis años


Clotilde Cerdà, a los seis años

Biblioteca de Catalunya

En este sentido, recuperan la figura de una joven que a los 15 años ya había conquistado los escenarios de los Estados Unidos. Sería en el Nuevo Continente donde poco a poco entraría en contacto con otras culturas, lo cual le dio pie a unas ideas que buscaban el bien común, por encima de cualquier interés.

Activismo

En sus respectivas giras musicales, donde se codeaba con la élite de cada país, aportaba cuanto podía a las gentes de allí. Activista política y crítica con la pena de muerte, siempre abogó por la abolición de la esclavitud. En 1875, logró convencer al recién ascendido a Rey Alfonso XII de indultar a dos condenados a muerte y consiguió el mismo resultado tratando con el presidente mexicano Porfirio Díaz.

Un año más tarde, la joven artista se empeñó en actuar en Cuba. Había sido advertida de las tensiones de la isla, ya que desde 1868 había estallado la primera de las tres guerras cubanas de independencia contra las fuerzas coloniales españolas. Actuó en el Teatro Tacón en La Habana y mantuvo contactos con los cubanos insurrectos. Enrique Trujillo, editor miembro de la Sociedad Literaria Hispanoamericana, relacionó a los independentistas y antiesclavistas con Clotilde Cerdá: «La causa de la independencia de Cuba tuvo en ella una centinela avanzada«.

Solo era cuestión de tiempo que la simpática barcelonesa fuera ninguneada por las altas esferas de la época. En 1881 entró a formar parte de la Logia Masónica Lealtad de Barcelona y con el propósito de ayudar a las mujeres con dificultades para salir adelante abrió la Academia de Ciencias, Artes y Oficios para la mujer Esmeralda Cervantes.

Dicha organización tuvo un gran éxito y el número de alumnas incrementaba por cada mes que pasaba. Allí se formaban artísticamente, científicamente y artesanalmente mujeres obreras que no habían tenido la oportunidad de estudiar por su sexo y su renta. Clotilde pidió apoyo institucional para que la Academia pudiera subsistir. Sin embargo, el legado cubano y los favores del pasado hicieron que todos sus antiguos amigos le dieran la espalda. Ya no tenía acceso a grandes políticos ni miembros de la Casa Real.

Clotilde Cerdà, con la cabeza apoyada sobre su mano, rodeada de las alumnas de la Academia de Ciencias, Artes y Oficios para la Mujer que fundó en 1885.


Clotilde Cerdà, con la cabeza apoyada sobre su mano, rodeada de las alumnas de la Academia de Ciencias, Artes y Oficios para la Mujer que fundó en 1885.

Biblioteca de Cataluña

De hecho, el conde Morphy, secretario de la reina regente María Cristina y compositor, escribió una carta a la arpista criticando sus vaivenes sociales: «Yo creí que V. aspiraba a tocar muy bien el arpa o a lo sumo a ser una gran artista; gloria con la cual se han contentado hombres como Beethoven y Mozart y que es en mi concepto la mayor de las glorias humanas; pero un día aparece V. en Cuba, como queriendo resolver por su influencia el problema de la esclavitud; y presidiendo manifestaciones y juntas que nada tienen que ver con el arte, y ahora la veo á V. erigida en protectora de la clase obrera catalana y de la educación de la mujer«.

De esta forma, en 1887, la Academia de Ciencias, Artes y Oficios para la mujer Esmeralda Cervantes se vio obligada a cerrar. Siguió dedicándose a la música allá donde pudo, deambulando por Europa y América.

Olvido

Jamás recuperó la fama que había conseguido en su niñez, pero su calidad seguía despertando interés en diferentes rincones del mundo. Fue arpista del palacio de Callenberg de los duques de Sajonia-Coburgo en Montecarlo y posteriormente trabajó como profesora de arpa y piano del harén del sultán Abdul Hamid Khan II en Turquía.

En 1895 se casó con el ingeniero alemán Oscar Grossman, fabricante de porcelanas en Brasil. Allí tampoco dejó a un lado sus ideales. Fue vicepresidenta de la Alianza Universal de Mujeres por la Paz y fundó varios conservatorios de música. Después de haber vivido en Brasil se instaló brevemente en México y para 1918 ya se encontraba en Santa Cruz de Tenerife, donde falleció el 12 de abril de 1926.

Es allí donde se encuentran sus restos, concretamente en el Cementerio de Santa Lastenia. Clotilde Cerdá viajó por todo el mundo y defendió a personas que nada le debían, tan solo por su convicción política. Todo ello le costó el olvido de un nombre que poco a poco se recuerda gracias al trabajo de los investigadores y de mujeres que recuperan la figura de una feminista que combatió el esclavismo.

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