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Dos lemas están provocando desde hace más de un mes una gran división en el seno del Hirak, el movimiento de protesta que nació en Argelia el 22 de febrero de 2019 con el objetivo de instaurar la democracia: “Nosotros sabemos quién mataba en los años noventa” y “Servicios de inteligencia, terroristas”. Las frases las esgrimen simpatizantes del grupo islamista Rachad, que tiene una gran presencia en las redes sociales en el país. Otros activistas del Hirak responden a los islamistas acusándoles de ignorar los crímenes que cometieron los fanáticos religiosos precisamente a finales del siglo XX. Y entre ambos se acusan de favorecer los intereses del régimen al que desean combatir.

El Hirak fue impulsado por miles de jóvenes, muchos de los cuales no habían nacido en los años noventa. En aquella época, conocida en Argelia como la década negra, murieron entre 150.000 y 200.000 personas, en una guerra civil entre el poder militar y varios grupos islamistas. Ahora que el Hirak ha vuelto a las calles tras meses de letargo a causa de la pandemia, el movimiento corre el riesgo de escindirse.

El origen del lema sobre la tortura se remonta al pasado febrero, cuando el joven activista Walid Nekkiche declaró ante un tribunal que fue “violado y torturado” por los servicios de inteligencia después de que lo detuvieran en noviembre de 2019. La indignación en la sociedad fue de tal magnitud que las autoridades abrieron una investigación interna. Pocos días después, a mediados de marzo, Said Chetouane, un menor de 15 años, también denunció haber sufrido abusos sexuales en una comisaría de Argel. En las redes circuló un vídeo en el que el menor confesaba entre lágrimas a otros activistas del Hirak que la policía lo intentó violar. Diversas asociaciones humanitarias denuncian que los cinco jóvenes que participaron en la grabación y difusión del vídeo de Said Chetouane fueron detenidos también. La dirección de la policía ha anunciado que investigará los hechos.

Pero ahora, el debate en el seno del Hirak ya no se centra sobre los abusos recientes, sino sobre los crímenes de hace tres décadas. Y, principalmente, sobre el rumbo que debe tomar el movimiento de protestas.

Rachad es una organización cuyo objetivo es “contribuir a operar un cambio fundamental en Argelia”, según reza en su página oficial de internet. Algunos de sus principales dirigentes viven en el extranjero y son antiguos miembros del Frente Islámico de Salvación (FIS), el partido islamista que ganó la primera ronda de las legislativas en 1991 y que llamó a la lucha armada cuando los militares dieron un golpe de Estado que le impidió gobernar. El FIS reivindicó en su día los asesinatos de varios intelectuales. No obstante, también hay miembros de Rachad que jamás han pertenecido al FIS.

El activista y periodista Imad Boubekri señala desde Argel que los miembros de Rachad mantienen la versión de que en los años noventa solo cometían crímenes los agentes del servicio de seguridad. “Pero entre los miembros del Hirak hay víctimas de los servicios de inteligencia y de los islamistas también”. Boubekri piensa que, aunque Rachad tiene mucha fuerza en las redes, no posee una gran capacidad real de movilización. “Durante los meses más duros de la pandemia sus miembros intentaron que la gente saliera a manifestarse. Pero la mayoría decidió proteger la salud y quedarse en casa”, sostiene.

Boubekri cree que desde hace meses se está dando una bipolarización en el Hirak: “Hay miembros laicos que acusan a otros islamistas, a veces sin razón, de estar ligados a Rachad. Y, por parte de Rachad hay gente que lanza campañas de desprestigio en las redes sociales contra miembros del Hirak”.

“Blanquear a los terroristas”

Arezki Metref, colaborador del diario argelino Le Soir, señala mediante correo electrónico: “Rachad quiere dar la impresión de que es la fuerza motriz del Hirak. Ha creado todo un sistema de propaganda a través de las redes sociales para hacer creer que dominan el Hirak. Pero una cosa es lo que se dice en las redes y otra lo que se vive sobre el terreno. En las calles yo he visto pancartas que llamaban a combatir la apropiación que está haciendo Rachad del Hirak. Esta asociación está blanqueando a los terroristas islamistas, los mismos que presumían y presumen de los crímenes que cometieron en los noventa”.

Para Said Salhi, vicepresidente de la Liga Argelina por la Defensa de los Derechos del Hombre, es el régimen el que intenta fomentar las divisiones y enmarañar el debate. Recuerda que, desde los primeros meses, las autoridades prohibieron mostrar la bandera amazig en las manifestaciones. Y explica que el objetivo de aquella medida era aislar del resto del país a la región de Cabilia, cuya población es mayoritariamente bereber y siempre estuvo a la vanguardia del Hirak.

“Hoy”, explica Salhi, “el poder juega la carta del islamismo y de los traumas de los años noventa. Está enmarañando el debate, aunque la cuestión es muy simple: ¿Estamos preparados los argelinos, después de todo lo que hemos sufrido, para vivir juntos en democracia y en la diversidad? El Hirak ya ha resuelto la cuestión, lo hace en cada manifestación. La gente sale de forma pacífica respetando la diversidad. Y el poder quiere ejercer de árbitro en este asunto”.

Salhi cree que el papel del poder militar como árbitro y “protector” ante los islamistas obedece a una lógica de la década de los noventa. “Durante muchos años el poder ha agitado el fantasma de la década negra, el miedo a los islamistas. Pero el pueblo ya se liberó de todos esos miedos en febrero de 2019, cuando nació el Hirak. Los jóvenes que salieron a las calles coreaban: ’No me enseñes más el fantasma de la década negra’. La sociedad ha cambiado mucho en los últimos años, de forma gradual y silenciosa”, explica. Salhi recuerda que mientras el poder intenta “demonizar” a unos islamistas pacta con otros religiosos que apoyan su convocatoria de elecciones legislativas en junio. “No hay que olvidar que este régimen ha procesado a varios activistas por supuestas ofensas al islam”, agrega.

Un analista argelino que solicita hablar bajo el anonimato indica: “Lo que está ocurriendo en Argelia es lo mismo que sucede siempre en los países musulmanes. Cada vez que la gente sale a la calle para oponerse a un régimen autoritario, el poder suele decir que detrás de las protestas están los barbudos intolerantes. Y siempre hay una parte de islamistas que vienen a darle la razón al régimen. El objetivo del Hirak es forzar al régimen a hacer una transición. Y todo lo que sea desviarse de ese objetivo favorece al régimen”.

El periodista Arezki Metref esgrime: “La persistencia del Hirak, a pesar de la represión y de la pandemia, representa un verdadero problema para el poder. El movimiento tiene nervio, no es flor de un día. Y por eso el poder atiza las divisiones”. Metref concluye que si el Hirak se vuelve más radical a causa de estas divisiones, el poder tendrá la excusa perfecta para reprimirlo sin cuartel.

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