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Dos escritores universales de la segunda mitad del siglo XX, Robert Graves y Camilo José Cela, eligieron Mallorca, no para pasar unas vacaciones, sino para vivir. La relación entre ellos no comenzó con buen pie. Graves fue al Coliseo Balear (1959) a ver una corrida de toros con dos de sus hijos y un amiguito de estos, Juan Francisco Vidal Bucher, quien le contó a J. M. Seguí Aznar la escena: tras la corrida, Graves y chiquillos entraron en un bar, presto se acercó el camarero a don Roberto y le dijo: «Hay un señor en aquella mesa a quien le gustaría conocerle». A lo que el autor de Yo, Claudio respondió: «Ah, es igual, yo no». El de la mesa, señala Vidal, era Camilo José Cela.

El Nobel, que a diferencia de lo que se suele decir, era una persona educada, acabaría por engatusar a Picasso, a Miró, no lo conseguiría con Dalí y lo medio conseguiría con Graves pese a ser un solitario, lo que tiene su mérito. Cela ofreció al poeta inglés, cuenta su hijo William, ponerle en contacto con Miró y Picasso, relación que sin duda habría sido muy fecunda.

Potencial

Año 1959. Se puede decir que comienza la relación entre estos dos primeros espadas, sabedor el uno del potencial del otro: «Querido Camilo José», «Querido Roberto», pero guardando las distancias. Recordemos que Graves llegó a Mallorca acompañando a la escritora Laura Riding, en 1929, y se asentó definitivamente en Deià con su mujer Beryl en 1946. Cela, por su parte, se presentó en nuestra Isla a pasar unos días de asueto, con Charo, en el Hotel Maricel, que estaba en Cas Català (1954). Se sintió Cela cómodo en la Isla y echó en ella raíces, la puso en el mapa de la literatura hispánica.

El lazo, con que el que Cela, hombre de talento no solo en lo literario sino en el márketing, iba cazando grandes artistas de aquí acullá fue su revista Papeles de Son Armadans. Era tal la calidad de las firmas que participaban en ella que casi todo intelectual que se preciara en aquella época quería escribir en sus páginas. Cela tenía otro nexo común con Graves: Anthony Kerrigan, escritor cultísimo y traductor.

El Nobel acompañando al autor de ‘Yo, Claudio’ en el acto del nombramiento del británico como Hijo Adoptivo de Deià.

En Papeles de Son Armadans, Graves publicó solo dos textos. El primero de ellos se editó en octubre de 1959, The person of Porlock. Es un poema sobre el que trata la carta de Graves a Cela fechada el 25 de mayo de 1959. El inglés señala que se lo ha pasado muy bien en las conversaciones poéticas de Formentor y que por el tono de su oratoria se quedó sin voz y que está preparando un poema para Papeles sobre el hombre de Porlock, personaje creado por Coleridge (1797) y que simboliza el olvido de las cosas importantes tal vez provocado por tomar opio o alucinógenos o por la presencia momentánea de un personaje.

El segundo artículo que publicó en Papeles, número de diciembre de 1960, fue sobre los encuentros poéticos de Formentor. La relación entre los dos literatos se fue poco a poco fortaleciendo, en julio de 1959 Graves manda una nota a Cela para que vaya a su cumpleaños, le asegura que se divertirán y que tendrá a disposición de la concurrencia «dos botas de vino». En noviembre del 59, Graves le cuenta a Cela que ha estado hospitalizado en Londres y que le han hecho una transfusión de 16 litros de sangre. Don Camilo le anima y le indica que «los celtas somos raza dura y no nos derriban por litros de sangre». Graves añade: «Mallorca es un clima sano y creo que sobreviviré varios años más para animar a mis enemigos».

Toros y fútbol

No solo de la poesía vivía Graves, además de los toros le gustaba el fútbol, en 1961 le comenta epistolarmente al autor de Pabellón de reposo que ha estado en la capital de España viendo el partido de fútbol entre el Real Madrid y el Granada. En esa carta, fechada el 24 de febrero, le pide a Camilo José Cela que le ayude en las altas esferas políticas para que Deià sea declarado Monumento Nacional. William Graves afirma que es probable que Cela hablara, a petición del poeta británico, de la protección de la Serra de Tramuntana con su gran amigo Manuel Fraga, que en 1962 era ya ministro de Información y Turismo.

Son frecuentes las invitaciones a los cumpleaños familiares e incluso colaboraciones estrambóticas, como la participación de ambos en un documental sobre Balears de Rovira-Beleta (1971) o en un montaje bufo que hicieron en papel de periódico que llevaba la cabecera del famoso semanario El Caso. Fue el autor de La diosa blanca quien le habló al autor de La colmena de una chamán llamada María Sabinam que entraba en trance gracias a las pócimas que ella misma elaboraba. El asunto entusiasmó a don Camilo, que escribió una obra de teatro que se estrenó en 1967.

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