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Protestas contra el presidente Jair Bolsonaro y el racismo, en São Paulo, el 7 de junio.
Protestas contra el presidente Jair Bolsonaro y el racismo, en São Paulo, el 7 de junio.AMANDA PEROBELLI / Reuters

En los dos manifiestos principales que han movido Brasil en las últimas semanas hay un gran agujero. Una ausencia que revela: 1) la calidad de la democracia que el país fue capaz de crear tras el fin de la dictadura militar (1964-1985); 2) la dificultad de las élites (en su mayoría blancas) en reconocer que el racismo estructural es el principal problema del país; 3) la imposibilidad de enfrentar el autoritarismo representado por el Gobierno de Jair Bolsonaro sin poner el racismo en la parte superior de la lista. Sin exterminar el racismo, no hay democracia. Ni tampoco un proyecto de civilizac…

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