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Una catástrofe social

Un aproximado de 74 mil personas desaparecidas entre 2006 y 2020 son el reflejo de una crisis en derechos humanos, una nueva formación social y la imagen de un gobierno cuyos cimientos parecen estar basados en la violencia, “hoy reconocemos en la desaparición de personas una de las formas de la representación de nuestra catástrofe social”, afirmó Camilo Vicente, doctor en historia por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Según el académico, en los últimos diez años ha aumentado exponencialmente el interés por la investigación de la violencia por parte de investigadores y otras organizaciones nacionales e internacionales, sin embargo, por diversos factores no se ha hecho un estudio a profundidad de esta violencia y de la violencia directa represiva.

La aparición de la violencia y su uso en un espacio y tiempo determinado habla mucho de las estructuras políticas actuales. “La violencia no solo hiere, destroza o desfigura (…) también ordena, legitima, disciplina y produce formaciones y prácticas sociales”, expresó Vicente.

Estrategias gubernativas

Muy distinto a lo modelos políticos e internacionales, en especial a las democracias occidentales, México se caracterizó por ser un régimen autoritario de movilización inestable que oscilaba entre el ejercicio total de la violencia o la democracia liberal. Tiempo después, se le clasificaría dentro de un autoritarismo incluyente flexible que representaría estabilidad para el país, señaló el académico.

Respecto a la gubernamentalidad populista corporativa, el también autor de Tiempo Contenido, señaló que durante esta estrategia se utilizó el reclutamiento y la cooptación para legitimar y controlar tanto a las personas adecuadas para las necesidades del régimen, como a los que eran una amenaza para el mismo. Surge también la legalidad formal, que sustituye la represión con la negociación, que también sustituye a la ley con la corrupción y si no funcionaba, se sustituía con la represión abierta y directa.

La violencia manifestada desde los años cuarenta –que consistía en asesinatos, aislamientos y revueltas– quedó modernizada e integrada dentro de la estructura institucional dando paso en el ámbito local a la violencia que existía en el ámbito nacional. La práctica regionalizada de la violencia contradecía al poder central al ser discreta y practicada por gente especializada, expresó Vicente.

Para el académico, esta forma de vida recorrió desde las esferas de poder más altas hasta la clase más popular, haciendo el ejercicio de la violencia una posibilidad accesible utilizada en la legalidad y la ilegalidad, ambos sectores interactuando en una “zona gris”.

Como no se estudió la violencia

En los trabajos académicos que hablan sobre finales de los años setenta y ochenta comenzaba a ser visible el papel que jugaba la represión política dentro del régimen, pero no se le consideraba un pilar importante dentro del modelo político autoritario. Se consideraba al uso de la violencia como algo momentáneo, afirmó Vicente, y agregó que, otros académicos e investigadores consideraban que la violencia se dejó atrás para dar paso a la conciliación y modernización del autoritarismo.

En la opinión de la maestra Alicia De Los Ríos Merino, los liderazgos populares y la violencia corporativa no estaban compuestos solamente por alguien que da la orden y alguien que la ejecuta, sino que está compuesta de varios mediadores, lo cual es visible hasta nuestros días y que, contario a lo que se creería, la gente no ignora. Actualmente no podemos comparar esta violencia corporativa con la violencia criminal común que vivimos el día de hoy ya que esta violencia “no obedece a un corporativismo”, añadió la investigadora.

Por otro lado, Camilo Vicente señaló que los estudios actuales de la violencia tienen el propósito de generar conocimiento práctico que permita gobernar otra vez sobre las violencias: “Lo que no estamos volteando a ver es como el ejercicio de la violencia está formando formas de estructuración política en lo local, en lo regional e incluso a nivel nacional”, expresó el investigador.

Para comprender a las violencias sugirió voltear a ver a las estructuras o estrategias gubernativas que han estado presentes los últimos ochenta años, pues solo así veremos la fractura entre las insurgencias de los años sesenta y la estructura populista corporativa que dio lugar a la desaparición forzada.

Esta fractura coincide con el surgimiento del neoliberalismo, que iba de la mano con esa estrategia contrainsurgente, afirmó el académico y cuestionó si ¿La violencia criminal es resultado de la formación social neoliberal o simplemente nos está anunciando una nueva estructura de gubernamentalidad que todavía no se ha definido?

Para responder esta pregunta y a manera de conclusión, Camilo Vicente estipuló que actualmente estamos en una estructura gubernativa basada en la exclusión y las diferencias. La violencia que vivimos es una violencia “democrática” que puede provenir del Estado o de particulares, así mismo, la novedad que trae consigo esta violencia radical es la masividad con la que se presenta en días recientes, además de las formas de licitud en la que se desenvuelve.

La conferencia magistral de Camilo Vicente Ovalle y Alicia De Los Ríos Merino se llevó a cabo el 1 de diciembre de 2020 en el marco del seminario institucional La plasticidad de la violencia, coordinado por Marcela Meneses Reyes y Vicente Moctezuma Mendoza, investigadores del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.


Imágenes del evento

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