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Deporte y memoria

Mens sana in corpore sano es una cita procedente de una recopilación de poemas satíricos del poeta romano Décimo Junio Juvenal. Aunque en su contexto, el cual hacia referencia a la necesidad de orar para que un espíritu equilibrado redundara en un cuerpo equilibrado –orandum est ut sit mens sana in corpore sano- la sentencia, que en un sentido original era tomada a broma en la Roma Imperial, con el paso de los años ha venido a expresar una supuesta relación entre el equilibrio físico y el psicológico o emocional.

De esto último se deduce por tanto que, si el deporte es bueno para el cuerpo, también ha de serlo para la mente. Y eso es lo que precisamente ha tratado de demostrar un equipo de científicos de la universidad de Ginebra -UNIGE-en un estudio titulado Effect of acute physical exercise on motor sequence memory en el cual evalúan la relación entre la actividad física y el rendimiento de la memoria.

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Tras su investigación, los autores informan de que, por ejemplo, una sesión de ejercicio físico intensivo de tan solo 15 minutos en bicicleta incide de manera positiva en una mejora de la memoria o en la adquisición de nuevas habilidades motoras ¿Cómo es esto posible? El motivo hemos de buscarlo en la acción de unas moléculas conocidas por aumentar la plasticidad sináptica -es decir, la capacidad de conexión entre neuronas– llamados endocanabinoides. El estudio, publicado en la Scientific Reports, destaca las virtudes del deporte tanto para la salud como para la educación. Los programas y estrategias dirigidos a reducir los efectos de la neurodegeneración en la memoria también podrían beneficiarse de ello.

Ejercicio para el cerebro

Muy a menudo, tras hacer deporte, especialmente un ejercicio aeróbico como correr o montar en bicicleta, es común sentir una especial sensación de bienestar físico y psicológico. Como decíamos unas líneas atrás, esta sensación es debida a la acción de los endocanabinoides, pequeñas moléculas producidas por el cuerpo durante el esfuerzo físico. «Los endocanabinoides circulan en la sangre durante la realización del ejercicio físico y cruzan fácilmente la barrera hematoencefálica. Luego se unen a los receptores celulares y desencadenan esta sensación de euforia» explicaKinga Igloi, investigadora en el laboratorio de la profesora Sophie Schwartz, del Departamento de Neurociencias Básicas de la Facultad de Medicina de la UNIGE, quien dirigió este trabajo. «Además, estas mismas moléculas se unen a los receptores en el hipocampo, la estructura principal del cerebro para el procesamiento de la memoria», añade para plantear la pregunta clave de su estudio: «¿Pero cuál es el vínculo entre el deporte y la memoria? Esto es lo que queríamos entender».

A más intensidad, más efectividad

Para probar el efecto del deporte en el aprendizaje motor, los científicos pidieron a un grupo de 15 hombres jóvenes, sanos y que no eran atletas, que realizaran una prueba de memoria tras la realización de 3 esfuerzos físicos de distinta intensidad: después de 30 minutos de ciclismo moderado, después de 15 minutos de ciclismo intenso -sobre el 80% de su frecuencia cardíaca máxima- o después de un período de descanso.

“El ejercicio fue el siguiente», explica Blanca Marín Bosch, también investigadora en el laboratorio de Schwartz: «una pantalla mostraba cuatro puntos colocados uno al lado del otro. Cada vez que uno de los puntos se transformaba brevemente en una estrella, el participante tenía que presionar el botón correspondiente lo más rápido posible”. «En este caso evaluamos con precisión cómo y cuán rápido los participantes aprendieron los movimientos para reproducirlos posteriormente. Se trata de algo similar a lo que hacemos cuando, por ejemplo, aprendemos a escribir en un teclado lo más rápido posible Después de una intensa sesión deportiva, descubrimos que el rendimiento fue mucho mejor«.

Cuanto mayor era el nivel en sangre de endocanabinoides tras un esfuerzo físico intenso, más se activaba el cerebro y mejoraba su rendimiento

Además de los resultados de las pruebas de memoria, los científicos observaron cambios en la activación de las estructuras cerebrales con resonancia magnética funcional y realizaron análisis de sangre para medir los niveles de endocannabinoides encontrando que ambos análisis coincidían: cuanto más rápidos son los individuos en realizar la tarea propuesta, más se activaba su hipocampo -el área cerebral de la memoria- y el núcleo caudado, una estructura cerebral involucrada en los procesos motores.

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Además, sus niveles de endocannabinoides siguieron la misma curva: cuanto más alto era el nivel en sangre de estos después de un esfuerzo físico intenso, más se activaba el cerebro y mejoraba su rendimiento. «Estas moléculas están involucradas en la plasticidad sináptica, es decir, la forma en que las neuronas están conectadas entre sí y, por lo tanto, pueden actuar sobre la creación de nuevas conexiones neuronales a largo plazo, el mecanismo para la consolidación óptima de la memoria», añade Marín.

Mejorar el aprendizaje académico o prevenir la enfermedad de Alzheimer

En una línea de investigación paralela, el equipo Schwartz ya había demostrado el efecto positivo del deporte sobre otro tipo de memoria, la memoria asociativa. Sin embargo, al contrario de lo que se muestra en el presente trabajo, los investigadores observaron que una sesión deportiva de intensidad moderada, no de alta intensidad, producía mejores resultados. Así como no todas las formas de memoria utilizan los mismos mecanismos cerebrales, no todas las intensidades deportivas tienen los mismos efectos, sin embargo cabe destacar que en cualquier caso, el ejercicio físico mejora la memoria más que la inacción.

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Al proporcionar datos neurocientíficos precisos, estos estudios permiten vislumbrar nuevas estrategias para mejorar o preservar la memoria. «La actividad deportiva puede ser una actividad fácil de implementar, mínimamente invasiva y económica» defiende Igloi.»¿Sería útil, por ejemplo, planificar un momento de deporte al final de una mañana escolar para consolidar el aprendizaje escolar?», se pregunta acto seguido la investigadora, cuyo objetivo es que su trabajo se materialice en aplicaciones prácticas que mejoren la vida de las personas.

Mientras tanto los neurocientíficos continúan estudiando los trastornos de la memoria y, en particular, las poblaciones con alto riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer. «Algunas personas, de hecho algunas tan jóvenes que tan rondan tan solo los 25 años, pueden experimentar sutiles déficits memoria caracterizados por la sobreactivación del hipocampo. Ahora pretendemos evaluar hasta qué punto la práctica deportiva podría ayudar a compensar estos déficits tempranos que son precursores de la enfermedad de Alzheimer», concluyen los autores con la mirada puesta en un futuro cercano.

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