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Foto de archivo de Mario Draghi hablando con periodistas tras una reunión con el presidente de Italia, Sergio Mattarella, en el Palacio Quirinale. 
Feb 3, 2021. Francesco Ammendola/Presidential Palace/Handout via REUTERS
Foto de archivo de Mario Draghi hablando con periodistas tras una reunión con el presidente de Italia, Sergio Mattarella, en el Palacio Quirinale.
Feb 3, 2021. Francesco Ammendola/Presidential Palace/Handout via REUTERS

Por Gavin Jones y Giuseppe Fonte

ROMA, 3 feb (Reuters) – Mario Draghi nunca ha eludido un reto, desde salvar la reputación del banco central de Italia hasta rescatar el euro, y ahora está a punto de asumir lo que puede ser una labor aún más difícil.

Poco más de un año después de dejar la presidencia del Banco Central Europeo, que tiene su sede en Fráncfort, Draghi, de 73 años, recibió el miércoles el encargo del jefe de Estado italiano de resolver el caos político en Roma y formar el sexagésimo séptimo gobierno de posguerra en el país.

Para un hombre cuya ilustre carrera le ha valido el apodo de «Super Mario», las expectativas no pueden ser mayores, con los mercados financieros italianos subiendo y los periódicos del país publicando titulares sobre «La hora de Draghi».

Al pasar de los silenciosos salones de la Eurotorre de Fráncfort al caos de la arena política de Roma, Draghi debe pasar de hablar de tasas de interés con sus colegas de los bancos centrales a negociar puestos en el gabinete con políticos como Matteo Salvini, el jefe de la Liga, un partido de extrema derecha.

Si tiene éxito, completará una carrera extraordinaria y podría convertirse en el próximo jefe de Estado de Italia en 2022.

Wolfgang Munchau, director del centro de estudios EuroIntelligence, dijo que puede ser una «misión imposible» para Draghi reinventarse como político. «Hay más formas de que fracase que de que tenga éxito», advirtió.

GESTOR DE CRISIS

Urbanita, cosmopolita y de voz suave, Draghi nunca ha hecho un gran drama de una crisis.

Fue uno de los pilares del Tesoro italiano en los turbulentos inicios de la década de 1990, cuando Italia se vio obligada a salir del mecanismo europeo de tipos de cambio, devaluó su moneda y se enfrentó al riesgo de no poder entrar en la Unión Monetaria Europea.

Fue entonces cuando los medios de comunicación le pusieron la etiqueta de «Super Mario» por su frenética actividad como director general del Tesoro, desde la organización de privatizaciones hasta la ayuda en la redacción del Tratado de Maastricht que estableció las reglas básicas del proyecto del euro.

Tras dejar Italia para convertirse en vicepresidente de Goldman Sachs en Londres entre 2002 y 2005, la reputación de Draghi como gestor de crisis se consolidó cuando le llamaron de nuevo a Roma para revivir la suerte del banco central italiano, cuyo gobernador Antonio Fazio se había visto obligado a dimitir por un escándalo de corrupción.

En el Banco de Italia, la reputación internacional de Draghi y su enfoque orientado al exterior fueron refrescantes tras el parroquialismo y el estilo de gestión cerrado de Fazio, y allanaron el camino para su ascenso a la presidencia del BCE desde 2011 hasta 2019.

En 2012, tras su famosa promesa de hacer «lo que fuera necesario» para rescatar el euro en plena crisis de la deuda soberana del bloque monetario, Draghi se convirtió en el favorito de los mercados financieros y en una de las figuras más reconocidas y poderosas de Europa.

UN LADO OSCURO

Aunque a simple vista la carrera de Draghi puede parecer una larga marcha triunfal, no faltan los críticos que destacan los tropiezos y fallos en el camino.

Como presidente del BCE, Draghi fue uno de los firmantes de una carta dirigida al gobierno italiano en 2011 en la que se exigían duras políticas de austeridad a las que muchos culpan de la profunda recesión del país y del aumento de la deuda en los años posteriores.

En una línea similar, Draghi cortó la liquidez de emergencia a los bancos griegos durante la crisis de la deuda de ese país en 2015, lo que fue considerado por algunos como un movimiento político para obligar a Atenas a cumplir con las demandas de la UE, algo fuera del papel de un banco central.

«La decisión innecesaria fue el punto de inflexión que hizo inevitable la capitulación del gobierno griego», dijo Francesco Saraceno, profesor de economía de la Universidad Luiss de Roma, calificándolo como «un episodio oscuro de la crisis europea».

(Reporte adicional de Angelo Amante; Editado en español por Javier López de Lérida)



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