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Santiago Abascal se ha erigido a base de méritos propios como el tercer líder más votado de España tras Pedro Sánchez y Pablo Casado. Que una formación como Vox se haya convertido en la más respaldada tras el bipartidismo habla de la habilidad de sus líderes para encontrar la confianza necesaria de un amplio sector de la sociedad cansada de los partidos tradicionales y de las promesas de los nuevos. Más o menos como lo que hizo Podemos, pero desde el extremo contrario.

Ese sector busca un líder fuerte, carismático y que no se amilane ante el resto de contrincantes políticos. Y si debe salirse de lo políticamente correcto para atacar a la oposición, mejor. De esta manera, la derecha española ha encontrado en Santiago Abascal aquello a lo que ellos aspiran. Su modelo de macho español. Sin embargo, su figura esconde enormes contradicciones que reducen al personaje a la ridiculez. Al poner la lupa en su figura es sencillo desmontar ese ídolo de barro que tantos fieles está consiguiendo. He aquí algunos ejemplos.

No hizo la mili

Como buen patriota, Santiago Abascal no pierde ninguna oportunidad para ponderar los valores del Ejército. Es habitual verle ataviado con merchandising bélico y lanzando soflamas militaristas; incluso ha defendido la vuelta del servicio militar obligatorio. Pero, ¡oh! sorpresa, él no hizo la mili.

En 1994, el líder de Vox cumplió 18 años y debería haber hecho, como buen español, el servicio militar. Pero no. Pidió tres prórrogas hasta que finalmente, en 2001, la mili fue surpimida. Ante este hecho, uno se hace varias preguntas. ¿Puede alguien ser patriota, pero al mismo tiempo negarse a formarse militarmente para defender a su patria y su pueblo? ¿Se puede ensalzar el Ejército cuando te has negado a formar parte de él? ¿Rechazó Abascal jurar la bandera que supuestamente tanto venera? ¿Por qué lo hizo? ¿Le dio miedo?

Más de 274.000 euros en «paguitas»

Como buen partido liberal, Vox apuesta por la mínima intervención del Estado en la economía española. Algo completamente respetable, por supuesto. Desde la ultraderecha también se han tachado de «paguita» las ayudas estatales a organizaciones sociales. A pesar de esta retórica, Santiago Abascal ha recibido una cantidad ingente de dinero público.

En 2010, cuando recaló en el regazo de Esperanza Aguirre  fue nombrado a dedo por la presidenta para dirigir la “Agencia de Protección de Datos de la Comunidad de Madrid”, puesto de trabajo que le permitió embolsarse alrededor de 247.000 euros distribuidos cómodamente en anualidades. Dos años después, la Comunidad eliminó la Agencia echando a 22 trabajadores.

En abril de 2013, cuando fue nombrado director gerente de la “Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social”, pasó a cobrar la cantidad anual de 82.491,80 €, a los que se podrían añadir otros 11.363,20 € en concepto de productividad variable por objetivos.  Durante esos años, Santiago Abascal recibía del dinero de los madrileños más que cualquier asociación que defiende los derechos LGTBI.

De hecho, se calcula que el político liberal cobró del contribuyente, entre 1999-2013, cerca de medio millón de euros. 

Extranjeros no, excepto si son millonarios

A pesar de no atreverse a decrilo públicamente, Vox es un partido xenófobo. Un hecho, por supuesto, demostrado con hechos. Sus intentos de criminalizar a los inmigrantes no exhalan más que el típico tufo racista de la ultraderecha. Sin embargo, si son millonarios, alfombra roja. Y si su dinero sirve para financiar el partido, dos alfombras rojas. 

El Consejo Nacional de la Resistencia de Irán (CNRI), considerado un grupo terrorista en sus inicios, financió a Vox desde su fundación como partido en 2013 con aportaciones desde el exterior por 971.890,56 euros, que pagaron su sede, los salarios y demás gastos corrientes. 

Apostólico, romano y divorciado

Abascal se define como católico apostólico y románo, pero se divorció tras tener dos hijos y se volvió a casar, teneiendo otros dos con su segunda esposa.

Se casó por primera vez en el 2002 y, ocho años después su matrimonio llego a su fin. 

 

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