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Marina A Martínez | Esta vez sí. Nos volvimos a encontrar y no en cualquier momento. Diciembre en Argentina nos remueve en la espina dorsal de nuestra memoria política, un mes que nos evoca a grandes convulsiones y estallidos sociales, a la plaza ocupada por el descontento del pueblo.

Luego de meses
de cuidarnos y militar “el verde” desde los espacios que
inventamos en la pandemia, la marea feminista tuvo una cita con la
historia, en la calle, el lugar en donde se disputan y conquistan los
derechos.

El calor era agobiante, el cemento
ardía, se escuchaba en los parlantes: que nos hidratemos, que
mantengamos la distancia, que tengamos el cubreboca bien colocado
todo el tiempo, que no respondamos las eventuales provocaciones del
sector de los pañuelos celestes.

Nos volvimos a encontrar y no en
cualquier lugar, fue en la calle el espacio más negado del 2020, no
dejamos rincón sin música, sin partidos de fútbol feminista, sin
puestos de remeras, pañuelos, moños, gorros, agua mineral,
choripán, sin carpas de las más variadas organizaciones políticas
que vienen militando el aborto legal desde hace décadas.

Los barbijos nos molestaban, pero no
importaba porque desde muy temprano ya se palpitaba clima de festejo.
El “poroteo” delos votos al inicio de la jornada legislativa
arrojaba 32 senadores a favor y 32 senadores en contra, 2 ausentes, 6
indecisos. Cristina Fernández, la presidenta de la cámara de
senadores, ante un eventual empate tendría que desempatar, y
sabíamos que lo haría a favor del aborto legal seguro y gratuito.

Por primera vez, las conversaciones
que se escuchaban en la calle no eran sobre el COVID, sino sobre las
especulaciones del voto de esos 6 senadores y senadoras. Frente a las
pantallas ubicadas en los alrededores del Congreso, en donde
seguíamos en vivo lo que sucedía al interior del Senado,
esperábamos ansiosas las exposiciones de alguno de esos apellidos.
Los abucheábamos, los festejábamos, nos reíamos, contábamos,
hacíamos número todo el tiempo.

A medida que llegaba la medianoche
ya era irreversible, ya sabíamos que sí. El distanciamiento
social se comenzó a resquebrajar y en el tumulto de compañeras se
generó un acuerdo tácito de que en ese momento, en ese día, se iba
a priorizar el abrazo. Porque juntas conquistamos ese derecho y
juntas lo íbamos a festejar.

“Se cierra la votación” anunció
la vicepresidente de la República Argentina, estábamos de pie
mirando el primer plano de Cristina. Ya sabíamos que si, esta
vez sí, pero esperamos en silencio que lo diga. Poco a poco empieza
la arenga feminista, se escuchan tambores y los pañuelos verdes de
la campaña por el aborto están en alto. Ella dice: “se aprueba la
ley y se gira al ejecutivo”. Estallamos. Tembló la calle.

Diciembre nuevamente es histórico,
esta vez éramos nosotras y aullamos en alegría. El sonido de la
conquista de un derecho confundía el llanto y los cánticos con los
que nos cansamos de reclamar por el aborto legal, seguro y gratuito.

En las pantallas se anunciaba: “Lo
conseguimos, es ley”.

Marina A Martínez es docente investigadora y activista feminista.

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